Claro de Luna

Claro de luna. Las teclas golpeaban las cuerdas roidas de aquel viejo piano. El piano de aquel viejo compositor que se encerraba entre cuatro paredes de corcho, al final de ese largo y oscuro pasillo. Su sonido me perturbaba. Alzaba la mirada y me veía, postrada ante él con cara de asombro. Una expresión entre la dulzura y el desgarro. Esas pupilas que amenazaban a mis pupilas. Las partituras que empezaban a volar por el aire que entraba como una marea por la ventana. Por favor, sacadme de esta agonía!!.

Nota tras nota recorría el pentagrama. Nota tras nota ensordecía mis oidos con su música. Maldito sonido. Maldita música. Maldito piano. Maldito él. Y cuanto más le odiaba, más le deseaba. Y cuanto más le deseaba, más se alejaba de mi.

Y tan triste y tan sola sin tí. Me conformo con admirarte sentado en la banqueta de un triste piano. Tu piano. El piano.

Y cuanto más le odiaba, más le deseaba.

Mírame denuevo. Desgárrame con tu mirada. Ven a mí... otra vez. Y deséame. Y bésame como aquel día.

Y cuanto más le admiraba, más se alejaba.
Y cuanto más se alejaba, más le deseaba.
Y cuanto más le deseaba... más le odiaba.
Bajo el Claro de Luna.